En la actualidad todavía la gran mayoría de personas alberga un estado latente de agresividad en su interior sin ser conscientes de ello. La necesidad de criticar, de menospreciar, de insultar, o incluso, las tan comunes burlas hacia los demás son un pequeño ejemplo de esa agresividad no reconocida.
En este artículo encontrarás una sencilla práctica para comenzar a controlar la ira o la agresividad en tu día a día.
Consejos para gestionar la ira, el enojo o la agresividad
Estos consejos se traducen en una práctica que está compuesta de tres aspectos, los cuales puedes llevar a cabo diariamente y de forma conjunta. Estos consejos te ayudarán a calmar la ira, la rabia o la agresividad no desde las acciones, sino desde un mayor estado de conciencia, lo cual es fundamental para generar cambios más consistentes.
Reconocer la ira por lo que es
El primer aspecto para controlar la ira o la rabia consiste en ser consciente de esa emoción, y no se trata de ponerle nombre, se trata de reconocerla como tal. Aunque ponerle nombre o etiquetar la emoción puede ser útil, por ejemplo la ira está clasificada como un tipo de emoción primaria, sin embargo, para gestionarla y evitar que nos domine, más allá de nombrarla es fundamental sentirla y reconocerla como lo que es, una emoción, una sensación.
Cuando sientas ira, rabia o enojo es importante reconocer aquello como una emoción y no como lo que eres. Date cuenta de que lo que sientes es simplemente eso, una sensación, cuando te permites sentir la emoción sin reaccionar automáticamente a ella estás reconociéndola como lo que es.
Una cosa es sentir ira o enojo y otra cosa es “ser” esa ira o enojo. En esto consiste realmente ser consciente de la emoción. La conciencia o el reconocimiento no es nombrar o etiquetar la emoción, es ser consciente o darse cuenta interiormente de que lo que siento no es lo que soy, sino simplemente una sensación.
Entonces, ¿cómo controlar la ira o la colera? Reconociendo la emoción como lo que es. Muchas veces esto requerirá que pongas por un momento toda tu atención en la sensación. Y poner la atención es sentir la sensación sin juzgarla o etiquetarla.
Utilizar la ira en vez de dejarse llevar por ella
Entonces, el segundo aspecto para calmar la ira o el enojo consiste en sentir la emoción sin alimentarla o reforzarla.
La irritabilidad, el enojo o la furia no son realmente alimentadas por las situaciones, sino por los juicios o los pensamientos que una persona tiene en su interior. Muchas veces, pensamientos que han sido alimentados y albergados en su interior por años.
Poder gestionar o manejar la ira sin ser dominado por ella requiere de un estado de aceptación. Cuando aceptas, no hay juicios o pensamientos de por medio que alimenten dicha emoción, ya que, la aceptación es la ausencia de juicios. Y cuando no hay juicios o pensamientos que alimentan esa emoción es cuando puedes sentir la ira sin ser arrastrado por ella. Además, la aceptación es también una de las claves fundamentales para aprender a manejar la frustración.
La emoción puede estar ahí en tu interior, incluso puede ser intensa, pero cuando observas aquello sin juzgarlo, no lo estás evitando ni rechazando, simplemente lo estás sintiendo conscientemente, y no estás reaccionando a ello. Este nuevo estado de conciencia o esta mayor conciencia que surge en ti, permite transformar la ira o el enojo en calma, en tranquilidad.
Algunos pueden decir que esto se trata de inteligencia emocional, ya que al autorregular la emoción te estás volviendo más “inteligente emocionalmente”. Pero, en un sentido más profundo o alguien podría decir en términos “espirituales”, podríamos decir que al observar sin juzgar la emoción, estás transformando la ira en serenidad, la inconsciencia en conciencia. Por lo que, te estás volviendo una persona más consciente.
Esto significa utilizar la emoción en vez ser dominado por ella. Es decir, utilizar la emoción para transformarla en un estado de tranquilidad y no en un estado de mayor ira. Sentir conscientemente la ira, la rabia, el enojo, la colera, la furia, la etiqueta que quieras ponerle, evita que caigas más profundamente en ello. De esta manera, la ira no se alimenta de más ira, sino que la disuelves al no alimentarla con más ira, al reconocerla por lo que es.
Por lo tanto, cada vez que surja la irritabilidad, el enojo o la agresividad, en lugar de dejarte llevar por ello, céntrate solo en la sensación, solo eso. Cada vez que hagas consciente esto, comenzarás a darte cuenta que la emoción es solo una sensación corporal que, así como surge desaparece, y que solo se mantiene y se refuerza producto de tus pensamientos.
¿Quieres controlar la ira o la rabia? ¿Quieres gestionar la agresividad?
Si no quieres derramar agua, entonces no agites el vaso. Lo mismo ocurre con la ira, sino la alimentas no se desborda, y así paulatinamente dejará de surgir.
Libros que te pueden interesar
Situaciones cotidianas como herramienta para ser más consciente
Y, finalmente el tercer aspecto de esta práctica consiste en utilizar las situaciones cotidianas como una herramienta para volverte más consciente. Este aspecto es finalmente la integración de los dos anteriores.
Se trata de utilizar las situaciones “conflictivas” o “problemáticas” para desarrollar cada vez más calma interior y no para albergar más enojo, agresividad o ira en tu interior. Este es un ejemplo de cómo puedes integrar y llevar a cabo la práctica de estos tres aspectos para controlar la ira:
Identifica una situación en la que surge a menudo la agresividad, el enojo o la ira, puede ser una situación que involucre o no a otra persona. Sé consciente de la emoción como tal, observa lo que ocurre en tu interior, siéntelo sin juzgarlo. Céntrate en la sensación y no en catalogar la sensación. Siente la molestia, el enojo, la rabia o la ira, solo centra tu atención en ello y profundiza en la sensación, si surge algún pensamiento vuelve a centrar tu atención en la sensación.
Pronto te darás cuenta de que no se trata de “controlar la ira”, sino de reconocer y aceptar lo que sientes sin juzgarlo. Esto no solo te permite comenzar a trascender esa emoción, sino también, te permite actuar de una forma cada vez más consciente y menos reactiva. Puedes complementar esto con lo mencionado en el artículo sobre cómo gestionar las emociones.
En conclusión
Estos tres aspectos no tienen un orden estricto, pero se llevan a cabo de manera conjunta, no por separado. Intégralos en tu día a día como un conjunto, has de esto una práctica recurrente.
En un comienzo es muy probable que cuando surja la emoción reacciones automáticamente a ella, es decir, que la sensación te lleve con ella fácilmente. Esto es esperable porque es a lo que estás habituado, pero si permites que surja un espacio interior en el que dejas a un lado los juicios, los pensamientos la emoción tendrá cada vez menos poder sobre ti.
Esta es una práctica sencilla pero transformadora si decides llevarla a cabo constantemente en tu día a día.
Encuentra más en la sección de emociones.
Gracias por compartir este artículo con otras personas